ODTE

Un verano acontecido y un trimestre para la eficiencia energética

Con el comienzo de marzo se retoman actividades productivas, educativas, los desplazamientos, pero también el ocio y las actividades personales y con ello todas las formas de uso energético.  Este verano, con calores extremos, nos dejó evidencia innegable del impacto del cambio climático y la necesidad de mitigar nuestras emisiones, pero, sobre todo, de adaptarnos a esta nueva realidad.  

No podemos dejar pasar, además, dos eventos de la mayor relevancia: el apagón del 25 de febrero que dejó al país a oscuras casi por completo y el comienzo de las alzas arancelarias de EEUU que están dando pie a una verdadera guerra arancelaria en el mundo.  Ambas noticias son preocupantes para la transición energética y las abordamos en nuestro portal.

En el Observatorio de la Transición Energética nos ocupamos de los cambios sistémicos en la energía, y, por lo tanto, de cómo los sistemas energéticos enfrentan nuestra nueva realidad: queremos seguir apoyando y promoviendo una transición que sustente un desarrollo sostenible.   Por eso, durante 2025, seguiremos monitoreando y comentando la evolución de la transición en Chile y entregando material para que las personas puedan participar activamente del proceso, pero además tendremos focos específicos que nos permitirán profundizar la diversidad de desafíos de la transición energética.

Cada trimestre, comenzando en abril, abordaremos un tema específico para enfatizar su rol en la transición y potenciar las capacidades de la ciudadanía en el tema.  Este abril (y hasta el mes de junio) comenzaremos con uno de los protagonistas olvidados, o menos reconocidos, de la transición: la eficiencia energética.

¿Qué es la eficiencia energética? Se trata de la optimización del uso de energía para lograr un resultado determinado.  Aunque la eficiencia produce ahorro, no es lo mismo que el ahorro energético. Por ejemplo: una estufa más eficiente puede lograr la misma temperatura interior que una menos eficiente, pero con menor consumo de energía y, por lo tanto, ahorrando energía mientras que si se apaga la estufa sed ahorra energía, pero no se logra la misma temperatura interior.   Apagar la estufa es sólo ahorro mientras que una estufa eficiente es eficiencia (y ahorro).

A menudo se dice: “la mejor energía es la que no se usa” y en un país en que necesitamos crecimiento económico y mejoras materiales importantes esto se vuelve particularmente relevante.  No se trata de reducir las mejoras en calidad de vida, sino de hacerlas con el menor consumo energético posible.  Aun cuando las fuentes de energía puedan ser menos contaminantes, todo consumo nos trae costos e impactos. Esto nos recuerda cuan valioso puede ser pensar integralmente nuestros problemas energéticos, no sólo como “más energía limpia”, sino como “mejor energía”.

A continuación, les presentamos dos opiniones sobre la importancia de la eficiencia.  Una hace hincapié en las ventajas y potenciales de la eficiencia, mientras la segunda nos plantea algunas de las dificultades para ponerla en práctica.  Esperamos que esto ayude a reflexionar sobre cómo la eficiencia es crucial para el proceso de transición, cómo logramos implementarla efectivamente y cómo cada uno de nosotros y la comunidad completa pueden beneficiarse materialmente de priorizarla en sus decisiones energéticas.

Les deseamos un buen retorno a sus actividades. 

Mónica Ruiz Soto & Claudio Huepe Minoletti / Directores ODTE, Abril 2025

Sin avances en eficiencia energética, se podría frenar el desarrollo y la sostenibilidad nacional

Chile enfrenta una crisis energética que requiere soluciones sostenibles. En el corto plazo, optimizar el consumo de los usuarios; y en el mediano, promover tarifas con horarios diferenciados. 

La eficiencia energética (EE) es la herramienta costo-efectiva para lograr una demanda óptima, mejorar la productividad de las empresas y aliviar el bolsillo de los consumidores. 

Su implementación masiva es primordial para equilibrar el sistema, incentivar la inversión y la creación de empleo. La Agencia Internacional de Energía estima que por cada millón de dólares en EE se generan 15 empleos. En Chile, los ahorros proyectados en la ley de EE, son del orden de 3.000 millones US$/año, equivalente a quince centrales tipo Cerro Dominador, dos líneas de Metro promedio, seis hospitales públicos, o setenta mil viviendas sociales, además de reducir la emisión de 14 millones de toneladas CO2 al año.

A pesar de los beneficios comprobados, su desarrollo está limitado por barreras administrativas y financieras. Aquí el modelo ESCO (Empresas de Servicios Energéticos) surge como una solución viable y efectiva, pero sus brechas deben ser abordadas con urgencia. Este modelo permite implementar mejoras sin inversión inicial, ya que el pago proviene del ahorro generado, en un contrato por desempeño donde se pactan las cuotas y plazo. 

En el ámbito público, la principal dificultad radica en la falta de bases técnicas o de licitación “estándar”. Hay criterios rígidos de pago por servicio, que limitan la flexibilidad de los contratos basados en ahorros o bien impiden el cambio de una tecnología a otra más eficiente. Esto retarda la toma de decisión y, por tanto, la modernización de la infraestructura. Por ejemplo, están pendientes 100 edificios públicos que debían realizarse antes de 2022. Lo mismo sucede en universidades y municipios, pese a la experiencia demostrada en más de 40 edificaciones con el programa PEEEP entre 2014 y 2017.

El sector residencial es otra área de oportunidad. Chile tiene un parque habitacional de viviendas mal aisladas y electrodomésticos de alto consumo que hoy representa cerca de un 20% del consumo nacional. Existen aproximadamente 30 mil edificios de más de diez pisos y más de veinte años de antigüedad que requieren mejoras y actualización tecnológica para reducir gastos y ofrecer mejor confort a sus habitantes. Implementar EE con aislación, ventanas, iluminación, ascensores regenerativos, bombas de calor, podría reducir los gastos entre un 10% y un 40%, además de disminuir la contaminación.

Para que las ESCOs puedan implementar soluciones a gran escala en el sector residencial, es fundamental que las administraciones puedan contar con un mecanismo de respaldo financiero similar al Fondo de Garantía para Pequeños Empresarios (FOGAPE) ampliamente utilizado por las PYMEs.  Esto permitiría el acceso a créditos para desarrollar proyectos de gran tamaño (por ejemplo, 300 departamentos). La clave de esta garantía radica en proteger la inversión de la ESCO ante problemas de pago, asegurando que los proyectos puedan ejecutarse sin el riesgo de incumplimientos. 

En un país que busca reducir su dependencia fósil y mejorar la calidad de vida de sus habitantes, la EE debe ser una prioridad. Chile no puede darse el lujo de seguir desperdiciando energía y recursos cuando tiene al alcance soluciones probadas y eficientes. Es hora de actuar con decisión y eliminar las barreras que impiden su avance.

 

Roxana Silva y Hernán Urrutia, presidenta y vicepresidente de Anesco Chile A.G.

Eficiencia energética y el mundo MIPYME:  grandes desafíos pendientes

La transición energética siempre se ha tratado desde las esferas técnicas, con consulta y beneplácito de las grandes empresas; sin embargo, nunca se ha abordado con la misma profundidad y seriedad con las MIPYMEs y sus representantes.  Esto pasa por la incapacidad o el nulo esfuerzo por reconocer las singularidades de este tramo empresarial, heterogéneo, desplegado en todo el territorio nacional y con problemas basales que permanentemente ponen en riesgo su permanencia, sostenibilidad y sustentabilidad.

En particular, la eficiencia energética ha sido pésimamente tratada a nivel de las empresas de menor tamaño.  A principio de siglo se crearon instrumentos de fomento para auditorias de eficiencia energética; sin embargo, si como resultado de ésta se debía realizar una inversión, no había el mismo entusiasmo en facilitar el acceso a recursos. Primera falla por desconocimiento de las MIPYMES: el acceso a financiamiento o la capacidad de hacer inversiones está limitado o no se cuenta con los recursos necesarios.

Por una falla de diseño, además, las auditorias de eficiencia energética tenían una sola orientación, la energía eléctrica, ya que los especialistas habilitados eran prácticamente todos eléctricos.  Esto desincentivaba su uso en las empresas con una mezcla energética más compleja.

También surgieron las Energy Service Companies (ESCOS), modelo que resultaba difícil de comprender para los empresarios PYME y, por cierto, los vendedores de ese modelo nunca lograron entender nuestra definición de tamaños empresariales, por lo tanto, el modelo resultó fallido desde la oferta y la demanda.

Ni hablar de aquellos consultores que ofrecían medir huella de carbono y posterior venta de bonos, lo que como asociación gremial nunca fomentamos ni avalamos, ya que era fácil deducir que la ganancia no quedaría en las empresas, sino más bien en las consultoras que realizaban mediciones y auditorias.

Desde la perspectiva temporal quizás los esfuerzos realizados se anticiparon a los tiempos y probablemente había menos conciencia del cambio climático, los efectos globales y la necesidad de un uso racional de la energía.  En la actualidad, lograr eficiencia energética es marginal en las empresas menor tamaño. Se da principalmente en aquellas medianas con capacidad de invertir y en que el peso de la energía en su estructura de costos es relevante. 

Quizás, una forma inteligente de lograr impacto en las MIPYMES es mediante el desarrollo de proyectos asociativos que permitan acceder a costos de asesoría e implementación menores, pero para ello se requiere expertos dispuestos a trabajar de esa forma y probablemente algún soporte estatal para llevarlo a cabo.

Un factor poco difundido, tiene relación con los beneficios de la eficiencia energética principalmente eléctrica en las MIPYMEs, pues esta se traduce no en disminuir el consumo de energía, sino en ser eficiente en su uso, lo que genera productividad (mejor uso de factores de producción), competitividad (costos traspasados a precio) y sustentabilidad.

Las MIPYMEs son las principales postergadas de los importantes cambios que requiere la transición energética. Estamos a tiempo de incorporarlas, para ello se requiere dialogo social convirtiéndolas en actores protagónicos de los cambios y no solo en espectadores del proceso.

 

Marcos Illesca Campos 

Asexma Chile A.G.